Su vida está muy vinculada a la divinidad como fuerza creadora, sustento de toda vida, continuamente presente y cercana. La espiritualidad está sustentada en la relación estrecha con la naturaleza, los cerros, los bosques, las cuevas, el viento, el agua, el fuego y, principalmente, con la tierra, nuestra madre, lugar sagrado, que es la estructura material sobre la que el hombre existe y da soporte y ubicación a toda actividad, como una reproducción de la vida familiar y comunitaria, así como el cultivo de la milpa y otros alimentos.
Esta espiritualidad motiva un conjunto de prácticas rituales como la oración y diversas ceremonias relacionadas con los acontecimientos familiares y comunitarios, como es el crecimiento de la milpa. En todo lo realizado toma en consideración a la divinidad, la lluvia, el agua, la tierra, para contar con su bendición, pedir perdón por las acciones humanas y así obtener buenos resultados, en algunos casos a través de la mediación de los antepasados, las abuelas y abuelos difuntos.