La cosmovisión nahua se basa en un principio fundamental que rige su sistema de representaciones: la dualidad. A partir de este principio se explica la diversidad del cosmos, su orden y su movimiento. Los elementos que componen el mundo terrenal y el sobrenatural son concebidos bajo este principio y, a partir de éste, los opuestos como frío/caliente, día/noche, masculino/femenino, arriba/abajo, nacimiento/muerte. Esta división actúa como principio organizador y regulador de su universo. La naturaleza posee un poder sobrenatural y es la depositaria de las fuerzas del cosmos, la morada de los dioses, “dueños del cerro, del agua, del fuego y del viento”, que gobiernan su hábitat. Una forma de mantener el orden es a través de los rituales y las ofrendas, ofrecidas en ocasiones determinadas y en lugares especiales.
La tierra, principal fuente de vida, es considerada de género masculino y femenino; su fruto más importante es el maíz, el cual se compara con el hombre porque entre ellos hay analogía en su ciclo de vida. El maíz es la planta sagrada que requiere de cuidados y protección a través de ofrendas y prácticas rituales. El Sol, principal divinidad celeste, es considerado ofrendador de vida y está asociado a Cristo, al que ven como héroe cultural.
Los nahuas de la Sierra aún conservan muchas prácticas religiosas producto del sincretismo, originado durante la Conquista, cuando se fusionó la religión prehispánica y la católica. Por lo general, estas prácticas se restringen a rituales de carácter doméstico y privado, y son dirigidas por especialistas religiosos que actúan al margen de los sacerdotes de la religión católica; éste es el caso de las mayordomías.Se consideran prácticas religiosas tradicionales todas aquellas de carácter doméstico que tienen la finalidad de mantener o restituir el equilibrio entre el hombre y su entorno, como es un nacimiento, un deceso, bautizo, casamiento, construcción de una casa y su bendición, inicio de la siembra del maíz, peticiones de lluvia y curaciones. En todas estas prácticas intervienen el ritual oral, imágenes católicas y a veces figurillas prehispánicas, así como flores, incienso, aguardiente, velas y tabaco.