La historia cuenta que tras la caída del imperio tolteca varios grupos chichimecas arribaron al Valle de México. De entre ellos, el grupo guiado por Xólotl, el gran jefe mítico de los chichimecas-tecuhtli, inició un proceso de expansión por dos frentes. Uno de ellos recorrería la zona poniente del valle y llegaría hasta las inmediaciones de Tollocan, mientras que Nopaltzin, el hijo de Xólotl, haría lo mismo en la zona oriental del lago de Texcoco. Al llegar a ese territorio, estos últimos empezaron a tener contacto con los pueblos agricultores que habitaban la porción meridional. Finalmente, la inestabilidad social y la resistencia chichimeca a la transculturación fueron suprimidas cuando Nezahualcóyotl fortaleció sus alianzas políticas y logró la incorporación del señorío texcocano a la Triple Alianza, lo que le permitió tener una fuerte influencia por toda la zona oriental, incluso hasta las inmediaciones de Tlaxcala y el valle de Teotihuacán. Ya como una entidad política sólida, en esa misma época se iniciaron los trabajos para construir los sistemas de riego que caracterizaron a la región.
Los españoles, al conquistar Tenochtitlan, obtuvieron el dominio sobre un amplio territorio que, en principio administrado por Hernán Cortés y posteriormente por el Corregimiento Colonial, se convirtió en el botín de las luchas políticas españolas por el manejo de la riqueza que representaba el Nuevo Mundo. a Conquista no consistió sólo en el dominio, la extracción de riqueza, la explotación de la fuerza laboral y la imposición de tributos. La llegada de las órdenes mendicantes y, posteriormente, la del clero secular marcaron derroteros en el devenir de los pueblos del otrora Acolhuacan. En determinado momento el clero instrumentó la aparición de las congregaciones y las cofradías; la cofradía pronto se convirtió en el eje de las expresiones comunales del culto y la fiesta al santo tutelar. De tal manera, dicha institución se estableció como una estructura que tenía a su cargo llevar a cabo las actividades ligadas a la Iglesia, el culto a los santos y que llegaría a tener una fuerte influencia en los espacios políticos. En aquel entonces, la elección de autoridades indígenas llegó a ocupar un lugar central en la vida de las comunidades, debido a que reafirmaba a los ancianos como un poder dentro de estos nuevos espacios.
A lo largo de su historia, en esta región el desarrollo económico y sus diferentes expresiones políticas afectaron sin duda el territorio de los poblados que componían el antiguo Acolhuacan. Debido a este signo, el territorio ha ocupado un lugar central en muchas de sus demandas político-sociales, aunque en otro nivel se suele expresar un simbolismo fuertemente ligado a procesos de revaloración de su antiguo espacio.