Como otros pueblos indígenas de México, sobre los tepehuas se registran desplazamientos en distintos periodos históricos principalmente en la época prehispánica, la época colonial y el movimiento revolucionario, e incluso más recientes que dieron lugar a los asentamientos actualmente conocidos. Los motivos fueron las disposiciones de congregación de los colonizadores, la huida de la rigidez de este tipo de disposiciones, la violencia ocasionada por el movimiento revolucionario, la disminución de recursos para la subsistencia, entre otros.
Este muy probable desplazamiento de los hablantes de tepehua de noroeste a sureste coincide con la memoria de los propios tepehuas de Hidalgo y Puebla, muchos de los cuales reconocen que sus abuelos, sus padres o ellos mismos en el caso de los más viejos, llegaron a vivir a comunidades totonacas ya existentes o formaron nuevas comunidades al sureste del lugar de donde partieron, motivados, en su mayoría, por la escasez de recursos y, para el caso de los migrantes de principios del siglo pasado, como respuesta a la violencia resultante del movimiento revolucionario de la segunda década del mismo siglo.
Esta redefinición de las fronteras territoriales tepehuas responde, pues, por un lado, al abandono de la lengua materna en favor de otras más utilizadas y, por otro, a movimientos migratorios a través de los cuales los tepehuas, todavía hasta mediados del siglo XX, ocuparon espacios habitados o no.
Hacia 1603, en Huayacocotla (actualmente en el estado de Veracruz), el juez demarcador dispuso que en el sur de su provincia la población nahua, otomí y tepehua fuera congregada en San Agustín Tlachichilco, mientras que en el norte de la misma los nahuas serían congregados en Zontecomatlán, los otomíes en Texcatepec y los tepehuas en Pataloyan. Las disposiciones oficiales tuvieron un impacto innegable en la redistribución de los tepehuas, otomíes, nahuas y totonacos de la región; sin embargo, estas disposiciones no fueran obedecidas ciegamente, ya que muchos pobladores originarios crearon sus propias estrategias de sobrevivencia, algunas veces haciendo caso omiso de las órdenes de abandonar el lugar donde vivían y trasladarse al sitio definido por los administradores coloniales, otras huyendo hacia zonas vecinas en donde las políticas de congregación fueran menos rígidas —o fueran de más difícil implementación— o tuvieran la ayuda de las autoridades indígenas.