Los me’phaa se asentaron en el actual estado de Guerrero antes de la época teotihuacana en dos áreas geográficas: la Costa Chica y La Montaña. Estaban divididos en dos grupos: los del norte, asentados en Tlapa, y los del sur, asentados en Yopitzingo, conocidos como yopes. Tlapa incluía un territorio extenso situado en la porción oriental del actual estado de Guerrero: colindaba con la mixteca oaxaqueña y cubría una superficie de 10 108 km2 que se extendía desde la margen izquierda del río Balsas, hasta los linderos de las tierras bajas de la Costa Chica, en lo que ahora son los municipios de Azoyú y San Luis Acatlán.
Tlapa era el centro ceremonial más importante de la región donde habitaban los me’phaa del norte. Se encontraba dividido en cuatro cacicazgos: BuátháWayíí (Huehuetepec), Mañuwiín (Malinaltepec), Miwíín (Tlacoapa) y Xkutií (Tenamazapa). La privilegiada ubicación geográfica del cacicazgo de BuátháWayíí le permitió crecer y extender sus dominios hacia el norte, siguiendo la orilla del cerro de la Reata, hasta introducirse en forma de cuña en el territorio mixteco. El cacicazgo de Mañuwiín creció hacia el lado sur debido a la búsqueda de sal y a la intención de dominar la ruta comercial hacia el mar. Miwíín no pudo crecer, debido a que su terreno era muy pobre y a que geográficamente se colocó fuera de la ruta comercial. Xkutií se apoderó de la otra ruta comercial hacia el sur. Yopitzingo era la otra vasta región ocupada por los me’phaa, situada en los actuales municipios de San Marcos y Tecoanapa, que en conjunto tenía 2 000 km2 de superficie. Los yopes eran un grupo muy rebelde que continuamente se desplazaba de un lugar a otro. Al igual que los me’phaa de la provincia de Tlapa, los yopes parecen ser los más antiguos residentes de la comarca costera.
A partir de la expansión imperial mexica comenzaron las incursiones militares en el territorio de los me’phaa, quienes se mostraron aguerridos y ofrecieron continua resistencia. Sin embargo, en 1486 Tlapa cayó definitivamente, y fue quemada y bautizada por los aztecas como Tlachinolan (“lugar ardiendo”). Una vez sometida, Tlapa fue incluida en la matrícula de tributos. En cambio, los yopes nunca fueron vencidos. Siguieron representando el mayor problema en las tierras del sur hasta la llegada de los españoles, lo que originó la admiración de los mexicas hacia ellos, de tal manera que adoptaron como propio al dios me’phaaXipe-totec. El mismo año en que Tlapa fue sometida por los aztecas, un grupo de migrantes salió de este poblado, pasando por Malinaltepec, y llegó finalmente a fundar el pueblo de Azoyú.
Los españoles llegaron a territorio me’phaa en 1521. Los nuevos conquistadores aprovecharon la estructura forjada por los aztecas e implantaron el sistema de encomienda. En 1531, los yopes de Cuautepec se rebelaron matando a españoles e indios aliados con éstos. La respuesta española no se hizo esperar y provocó el exterminio casi total de los miembros del grupo, quienes finalmente se dispersaron hacia la montaña; incluso algunos llegaron hasta Nicaragua, en donde fueron conocidos como subtiabas. Los primeros evangelizadores franciscanos fueron rechazados. Sólo lograron llegar a Chilapa los agustinos, quienes establecieron una misión y un convento tras su arribo en 1534, convirtiendo el lugar en un importante centro misionero. Los agustinos permanecieron más de 250 años en la provincia de Tlapa, donde enseñaron a los indígenas a cultivar algodón y añil, e introdujeron la industria del rebozo.
A lo largo de la Colonia, los me’phaa se rebelaron debido a que fueron despojados de sus tierras; los levantamientos se iniciaron en 1716. Tiempo después, al inicio de la lucha por la independencia, los me’phaa de Atlixtac, Quechultenango, Chilapa y Zapotitlán Tablas participaron en la revuelta, con el fin de recuperar sus tierras. Posteriormente surgieron rebeliones, pues siguieron sufriendo despojos y maltratos por parte de los hacendados, de tal suerte que se agudizaron los enfrentamientos en 1842. Al año siguiente, como sólo se dio el indulto pero no se resolvió el litigio por las tierras, los campesinos se volvieron a levantar. Ante esta situación, que propició el movimiento popular en la región de La Montaña de Guerrero, en 1843 se creó una comisión nombrada por el general Álvarez para concertar el tratado de paz, conocido como “Convenio de Chilpancingo”, con representantes de los pueblos de Chilapa y Tlapa. Sin embargo, el 30 de noviembre fue fusilado uno de los líderes del movimiento, por lo que los campesinos empezaron la retirada. Un mes más tarde, 25 pueblos del partido de Tlapa presentaron su sometimiento al gobierno. El 9 de octubre de 1844 cerca de 4 000 me’phaa sitiaron Chilapa, debido al viejo problema de tierras y al cobro de la contribución personal; con el asesinato de su dirigente, el movimiento se dispersó. En 1849 los mismos me’phaa se volvieron a sublevar, esta vez bajo el mando del indígena Domingo Santiago, originario de Hueycatenango.
Durante la etapa porfirista continuó el aumento de las contribuciones, el despojo de tierras y las arbitrariedades de los jefes políticos, lo que propició que en 1887 Juan P. Reyes y L. León firmaran la circular El Ejército Regenerador, en la que se estableció la negativa de las poblaciones de la región de La Montaña a pagar las contribuciones al gobierno, así como a aceptar cualquier disposición de éste. Años después, los me’phaa participaron en la Revolución de 1910 con la finalidad de recuperar sus tierras, aunque una vez consumado el movimiento revolucionario, los problemas agrarios siguieron existiendo. Durante el cardenismo se notaron pocos avances en la región me’phaa, entre los más importantes se encuentra la dotación de ejidos. Actualmente, la mayoría de las comunidades se han organizado en la Unión de Ejidos, entre los que sobresale La Luz de la Montaña. Hoy en día los conflictos por la tierra continúan en la región.